Wednesday, August 19, 2020

La promesa

Era una noche como cualquier otra, transquila y el aire era fresco y primaveral. Sin embargo, había algo que me decía que sería muy especial, pero traté de ignorarlo. Por muchos años no había sentido una sensación así y no sabía cómo reconocerla o interpretarla.

La habitación no era muy amplia, sino más bien angosta, pero tenía un techo muy alto y curvo, con un candelabro circular de marmol semi-translúcido colgando de opacas y largas cadenas, del cual emanaba un fuego que no calentaba pero aportaba cierta calidez al ambiente, con una iluminación poco más que tenue pero lo suficientemente intensa para estar cómodo. Una de las angostas paredes consistía en un gran ventanal, cubierto de una ligera cortina blanca, y la pared contraria al ventanal no existía, sino que daba salida directamente a la mitad de un largo y semi oscuro pasillo. En la habitación había dos cómodos y largos sillones, uno frente al otro, ambos, estaban forrados de terciopelo, uno verde pino y otro rojo escarlata, y un tercer, pero mucho más angosto, sillón de terciopelo color azul claro, casi blanco. A los lados de cada sillón había un jarrón alto que servía como maceta o vacío y fungiendo simplemente como parte de la decoración. Al centro, una larga mesilla ovalada, de un grueso mármol claro, pero soporte de madera.

Yo, sentado en uno de aquellos largos sillones, en una de las orrillas más cercanas al ventanal, estaba hundido en mis melancólicos pensamientos, cuando noté una presencia. 

Al mirar hacia el oscuro pasillo, había una silueta, inmóvil, al centro del pasillo, pero no alcanzaba a distinguirse bien. Esto despertó mi curiosidad, por lo que me acerqué a ella lentamente, y mirando a ambos lados del pasillo, el cual solo era iluminado por la luz de las estrellas y la luna que penetraban entre largos pilares. La silueta era de una joven sirvienta, la cual solo agachaba su cabeza en señal de respeto. 

Quise preguntarle si necesitaba algo, o traía algún mensaje, pero no fue necesario, junto a ella, un poco más a su derecha se acercaba otra persona. Ataviado de prendas como había visto alguna vez en un lejano oriente, de una seda fresca, pero en colores opacos.

Saludé y di la bienvenida al extraño, y lo invité a sentarse en uno de los sillones. Mientras platicabamos de modo casual, ya que no tenía prisa de saber el motivo real de su visita, otro desconocido invitado, claramente un sirviente de aquél desconocido, se acercó e inclinó, sin saludar pero sí haciendo una leve reverencia y dejó un objeto largo y obscuro junto al invitado.

Mi sorpresa fue un poco mayor cuando arribaron dos desconocidos más y se saludaron como viejos conocidos, mientras yo permanecía en mi lugar. Uno de ellos era una bella chica, esbelta, pero de amplias caderas, ataviada del mismo estilo de vestimenta que el primer no-invitado, con un largo y lacio cabello castaño y toques rubios. La segunda persona, un chico de cabello negro, largo y descuidado, que vestía un traje de guerrero oriental, todo también de color negro. Su piel era muy blanca, y su semblante era serio, emanando un poco de un eterno rencor. El chico parecía contrastar con la calidez de los otros dos extraños.

No me sentí amenazado, sino más bien curioso y había algo familiar en este último personaje, aunque no podía recordar de dónde o porqué.

Los invité a sentarse y ellos, sorpresivamente, se sentaron junto a  mi, y no junto al otro extraño. Empezaron a platicar de manera animada, aunque básicamente entre ellos mismos. El chico se acercó al otro extraño y tomandó de una manera tan casual el objeto negro, que por poco no noto. El chico se acercó a mirar por el ventanal hacia los amplios y oscuros jardines y la fuente bañados por la luz de la noche, y luego dejó el objeto recargado junto al sillón frente el ventanal. Luego regresó a su lugar y siguió platicando.

Algo despertó mi curiosidad, y sabía que el chico quería que viera más de cerca el objeto, aunque esté no me lo dijera.

El chico se disculpó por un momento y abandonó la habitación, mientras la chica siguió platicando con el otro extraño.

Yo aproveché la distracción para acercarme al objeto, el cual aparentaba ser una espada negra, enfundada, pero envuelta en una bolsa de terciopelo negro. Pareciera que el terciopelo se había vuelto una moda desde su invención. 

Tomé el objeto y lo desenvolví. Era en efecto una magnífica cimitarra negra, pero había algo curioso en ella. Quise desenfundarla, pero la funda se partió en dos, dejando a la vista el mecanismo que tenía en su interior, con dardos venenosos colocados en uno de sus extremos, y lo que parecían ser pequeñas municiones de humo. El mecanismo se notaba viejo y oxidado. 

La espada, sin embargo parecía no haber perdido su brillo o su filo. El mango de la espada, se notaba un poco desgastato y noté que el extremo del mango era una especie de tuerca, enroscado.

Removí la tuerca y el mango, al igual que la funda, se partió en dos, pero al partirse dejó caer algo de una tierra oscura y grisácea, la cual se derramó sobre una parte del sillón blanco.

Yo me sobresalté un poco, y los invitados al ver lo que pasó realmente se conmocionaron. La mayor sopresa fue la del joven, que apenas regresaba de su misteriosa ausencia. El chico pareció realmente enfadarse por lo sucedido, incluso pareció brotar algo de odio. Y se acercó brusca y enojadamente hacia mí, pero se detuco en seco al quedar parado junto a mi lado. Parecía que mi reacción no era la que el esperaba o deseaba.

Yo en ese momento empezaba a llorar, desconsoladamente. Las lágrimas corrían libremente por mi mejilla.

Al momento de caer la tierra en el sillón, se depertaron mis recuerdos, profundamente dormidos y guardados hasta que llegara este justo momento. Y entonces lo entendí todo.

La tierra era en realidad ceniza. Surgieron entonces imágenes hirientes del pasado, un episodio tormentuoso y oscuro por momentos, que resurgió en un instante, pero pareció una eternidad. Surgió en mi mente el recuerdo de una persona, a la cual estimaba y respetaba tanto, y una promesa que en su lecho de muerte me hice a mí mismo, pues no volvería a derramar una sola lágrima más, ya fuera de tristeza o alegría, hasta que su muerte fuera vengada, los errores del pasado fueran enmendados y todo el mal que asotaba esas tierras fuera exterminado.

Entre lágrimas contenidas durante ya un par de decenas de años, junté las cenizas derramadas y las empecé a depositarlas de nuevo en su recipiente, colocando con ternura y respeto las piezas desarmadas en su lugar.

El chico, sin comprender lo que estaba sucediendo, se acercó lentamente a mí, con una expresión de verdadera sorpresa, pues mi reacción parecía ser la última que esperace de mí.

Fue un mar de emociones en un solo momento y un eterno alivio el que sentía en ese momento, pues entendía que al fin, todo había terminado; mi corazón, en ese momento era sanado. Entonces, también comprendí todo, quienes eran estos extraños, y el porqué estaban aquí y en este preciso momento.

También entendí que esta iba a ser una larga noche. La verdad, que había sido resguardada y oculta durante tanto tiempo, sería finalmente revelada.

Atentamente,
L.B.

Monday, August 3, 2020

La felicidad en el arroz

Esta mañana me llegó una revelación... eso, o todavía andaba medio desmañanado jejeje...

Y es que me llegó a la mente una idea simple, pero realmente con mucho significado: La felicidad, es como el arroz.

La receta más simple te dirá que pongas arroz, le agregues dos partes de agua por cada de arroz, lo calientes y dejes hervir, luego a fuego lento y esperes a que se evapore el agua y listo... pero eso es como uno de los libros de Paulo Coelo, caldo de pollo para el alma, Carlos Cuautémoc Sanchez, la novela de las 2 de la tarde, un cuento de hadas, o cualquiera de esas otras tonterías.

Y no dudo que eso le funcione a algunos cuantos, pero para cada quién, es un proceso diferente, ha quienes les gusta el arroz blanco, pero la mayoría lo prefiere más elaborado, condimentado, o mezclado con más ingredientes, con un método de elaboración más específico. Esto presenta más retos, y dejar la puerta abierta para el desastre, pero al final de cuentas, también los resultados pueden o no valer la pena.

Habrá a quien le guste comerlo solo y prepararlo solo, y quién prefiera comerlo o prepararlo acompañado.

Habrá a quien lo condimente de una forma, otros de otra. También hay distintos tipos de arroz, algunos requieren de cuidados especiales.

Hay quien lo fríe, quien lo lava primero, quien lo prepara luego lo combina, etc. 

Hay quien puede comer arroz todos los días, pero combinándolo de diferentes maneras. Como en todo, nunca comemos el mismo arroz aunque lo preparemos de la misma manera.

El arroz lo puedes comer en la casa, o conseguirlo en lugares específicos y a diferentes costos.

Puedes comprar los materiales, o conseguirlo pre-cocido, o incluso ya preparado.

Requiere de cuidados y siempre tiene una fecha de caducidad.

Hay a quienes el arroz lo llena, quienes lo consideran el platillo principal, o solo un complemento.

Hay quien lo prepara todos los días, hay quienes lo comen en situaciones especiales, e incluso habrá quienes nunca lo hayan probado. 

Hay quienes tienen tanto arroz que desperdician el que les sobra, quienes lo comparten y a quienes les falta y es un esfuerzo el simple hecho de prepararlo.

Podría incluso hacerle una oda al arroz, y no dudo quien le haya dedicado incluso ya una canción.

Si te pones a pensar, la felicidad es así, como el arroz.

La felicidad es diferente para cada quién, no se obtiene fácilmente, no hay una receta para obtenerla; pero hay ciertas guías para tomar como referencia. La mezcla de momentos, situaciones, tiempos, lugares, personas, cosas, todo tiene un papel fundamental en darle sabor a la vida y sobre todo a la felicidad.

Es posible intercambiar el concepto del arroz con el de la felicidad en cada una de las frases anteriores, y el resultado no se altera. Ya sea en cómo comerlo, cómo prepararlo, con quién, cuando,
dónde. La felicidad es un concepto cambiante, finito, que para obtenerla hay que pagar un precio, no es instantánea, aunque así lo parezca.

En fin, eso es lo que pensé el otro día en la mañana y no quise dejar más tiempo sin compartirlo con ustedes mis -250 lectores XD

Atte:
L.B.